domingo, 29 de septiembre de 2013

Dobles Discursos

Re elecciones. Cuando desenfundar es la regla



 Repudio social. Señal antidemocrática. Hegemonía.  Concentración de poder. Falta de respeto a las instituciones. Debilitamiento institucional. Personalismo.
Estas son algunas de las (des) calificaciones que se le suele dar al tema cada vez que se discute por nuestros pagos patrios. Pero a poco de andar vemos algunos dobles discursos.

Algo feo
Al poder económico no le gusta la democracia. La detesta porque quienes deciden deben someterse  a un poder que no es el del dinero.  Ese poder, el del voto, no puede ser manipulado o controlado con las previsiones o la lógica del capital, es impredecible para el gran capital. A las corporaciones les encantaría que nadie debiera rendir cuentas de nada, menos aún ante el pueblo, porque de esa manera sus influencias son mayores.
Pero además, a los dueños del poder los enoja que las políticas tengan que desarrollarse teniendo en cuenta las demandas del pueblo, dado que ese pueblo opina y decide una vez cada tanto en forma inapelable y además es el dueño de los recursos y los instrumentos. Justamente la contradicción entre pueblo/democracia y poder económico es que se disputa el poder del Estado.
Su tensión con la política y la democracia, el poder económico la intenta reducir con el desprestigio de la política: es fea, corrupta,  cuesta plata y los gobernantes son mediocres; o sea, realizan una búsqueda permanente de desprestigio porque cuanto mas desprestigio de los gobiernos mayor debilidad frente a su poder. (Convengamos que la política y los políticos solemos hacer nuestra parte para habilitar algunas de esas críticas)
Imaginen ustedes lo que piensan de un gobierno que puede durar una década o más con fuerte respaldo popular renovado. Fatal para el poder económico.
Lamentablemente ese pensamiento ha ganado una parte del sentido común que lo repite sin profundizarlo y lo transforma en un mal irreductible sin discusión. La cuestión de la reelección puede tener sus ventajas y sus desventajas y los procesos políticos y sociales no siempre tienen volumen de alternancia o recambio en su conducción, pero lo que no podemos es olvidar que detrás de las elecciones está el principio de soberanía popular.

Hipócritas
El dispar trato que le asignan determinados medios de comunicación y algunos sectores políticos evidencia que la postura es meramente de conveniencia, aunque los argumentos que se pretenden desplegar parecerían determinantes e inmodificables para cualquier situación.
Por ejemplo para Clarín, La Nación o Infobae una reelección en EEUU o en éstos días el tercer mandato de quien conduce los destinos de Alemania –Angela Merkel- son señales de estabilidad y madurez democrática. En cambio las reelecciones en América Latina son síntomas de “debilitamiento institucional” o peligros de autoritarismo. Hasta xenófobas resultan determinadas construcciones discursivas que desprecian las reelecciones morochas y periféricas y destacan las anglosajonas o de los países mal llamados centrales.
Es comprensible ésta  actitud  de algunos medios porque, precisamente, expresan esa posición del poder económico que señalaba antes, y construyen ese discurso que de alguna manera los blinda contra procesos sociales complejos donde los intereses populares tienen alguna posibilidad de triunfar. Es solamente una actitud hipócrita, llamémosle “simple”.
Pero una actitud hipócrita que llamaremos “compleja” es la de los sectores de la política que lo reproducen sin el menor atisbo de crítica. No es que se reclama para ellos una posición única de apoyos a las reelecciones indefinidas, sino que cierto sector de la política compre ese discurso anti-política empaquetado y lo reproduzca textualmente. A tal punto llega esa reproducción que se encuentran en situaciones donde su propio partido político se contradice y aparece allí el sesgo hipócrita: se rinden ante el rey reelección o algunas de sus variantes.
Basta recorrer los listados de legisladores nacionales y provinciales o los propios intendentes de esos mismos partidos que se rasgan las vestiduras ante posibles reelecciones, reeligiéndose por varios períodos sin ponerse colorados (o coloradas). Ah sí, esos cargos son distintos, se argumenta: claro, porque los ocupan ellos.
Otro ejemplo bastante gráfico fue ver a Libres del Sur, fuerza que integra el FAP en Argentina pero que se ha declarado públicamente simpatizante del líder venezolano Hugo Chavez, recoger firmas contra un inexistente proyecto reeleccionista de Argentina mientras apoyaba una nueva reelección de Chavez.

La unidad en los temas de superficie
Una de las explicaciones de esa hipocresía compleja es la búsqueda de temas de unidad electoral transitoria. Una suerte de atajo que permita unir un conjunto de sectores bajo una consigna playa, de superficie, que no genere muchos debates y que acuda a algo instalado como del sentido común. “Todos contra la corrupción”, por ejemplo, o “todos contra la reelección”. No importa si la corrupción existe o no, si es estructural o marginal o si es planificada por el gobierno o sólo expresa alguna ambición individual. No importa si alguien se propone la reelección o no. Unámonos con una consigna que debilita al que gobierna y nos ofrezca la fortaleza de no tener que discutir lo que haríamos en caso de ser gobierno.
-     Tenemos que unirnos para salvar Argentina
-     Y si ganan ¿qué van a hacer?
-  Ah no, no sabemos, pero vamos a salvar a la patria de la corrupción y el autoritarismo
O sea, esos partidos políticos terminan comprando para su estrategia de construcción las verdades construidas por los sectores que ningunean a la política y construyen castillos de arena desde los cuales gobernar es un imposible.
Ese atajo se utilizó cuando se difundió un supuesto proyecto reeleccionista de Cristina Fernández que ella nunca impulsó, y en realidad lo que estaba en ciernes era un proyecto de reforma de la constitución impulsado por varios sectores afines del proyecto nacional para incorporarle a la Constitución Nacional un sesgo distributivo y protectorio similar a la Constitución del ´49. Los opositores terminaron defendiendo una constitución que aún le sigue esquivando a los derechos sociales, idea que probablemente compartan.
(Y hablando de la Constitución del ’49 ¿porqué se acepta bastante pacíficamente una derogación por una proclama militar de tamaño instrumento? Para éste caso ¿las instituciones no valen?)

¿Tú también Ángel?
Un dato que podría ser considerado de color. Ángel Rozas en su paso por dos mandatos en la gobernación de la Provincia del Chaco también tuvo su sueño de rere. Si, el mismo que suele decir que “renunció a la reelección” (¿alguien puede renunciar a lo que no tiene?) también hizo correr su globo de ensayo para que un operativo clamor, valga la redundancia, lo aclamara. Por suerte no pasó.
Tal vez alguien los tilde de recontra alcahuetes del momento (al decir del filósofo L. Barrionuevo), o tal vez no. Dos hombres del riñón de Rozas presentaron en noviembre de 2002 un proyecto de Ley de reforma de la Constitución Provincial para establecer la reelección indefinida. Los diputados provinciales Leandro Salom y Jorge Guc fueron aquella punta de lanza que se quebró en el intento. Como verán, muy poc@s resisten a las tentaciones.

RA, el pactito feo de Olivos y el núcleo de coincidencias básicas
Cuando parecía imposible, Carlos S. Menem acordó una reforma constitucional con él, hasta ese momento, mas férreo opositor a la reelección: Raúl Alfonsín. El acuerdo incluyó participación radical en la Corte Suprema de Justicia, una garantía de  senado bipartidista y otras minucias y no tanto. ¿Perdió la fe Alfonsín? ¿Se rindió ante el conductor neoliberal? ¿O acomodó la estrategia de su partido ante la coyuntura?

Debatir sereno
A no apurarse cuando se discuten estos temas. A no desenfundar si el partenaire mete la mano en el bolsillo. Nuestro país, nuestra provincia también, necesita de proyectos políticos duraderos pero cuyos personalismos –una realidad y a veces hasta una necesidad en nuestra cultura política- se sostenga sobre ideas.
Los proyectos políticos populares tienen que adoptar para sí una política de formación de cuadros y sucesiones que generen continuidades o rupturas pero cuyo fin sean intereses colectivos no cohortes de chupamedias.


Publicado en diario Primera Línea del 29/09/2013

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